La noticia de la compra de IVECO por parte del grupo indio Tata no llegó de sorpresa y cierra un círculo que dice muchas cosas sobre la situación actual de ese país y sobre sus relaciones con Italia. El transporte pesado en India se había basado durante mucho tiempo en el siglo pasado en Tata, el grupo dominante, y en Ashok Leyland, más pequeño, ágil y de propiedad de Fiat.
Mientras se anunciaban en el horizonte nuevos protagonistas peligrosos, como Volvo y los japoneses, Tata propuso a Fiat cederle el control de Ashok Leyland, para ponerla en condiciones de consolidarse en el mercado interno y enfrentar desde posiciones de fuerza la nueva competencia.
El acuerdo preveía además un renovado compromiso de Tata para relanzar la presencia en el mercado privado de Fiat (que de Tata era el socio histórico aunque controvertido).
Todo esto suscitó en su momento varias perplejidades. Sin embargo, el acuerdo se hizo y fue rápidamente absorbido en el nuevo grupo. El relanzamiento de los autos Fiat resultó en el enésimo fracaso.
Pero como el caso IVECO confirma, nuestras relaciones con India atraviesan ahora una fase de gran desarrollo y las relaciones políticas y comerciales se fortalecen. El flujo de los intercambios a veces se invierte y también varían las percepciones de las relaciones de poder relativas. Deberíamos aprender a tenerlo bien en cuenta.